Lo que le podía pasar a un humorista durante un día no le
podía pasar a nadie. Todo empezó al levantarse, no encontraba sus zapatillas de
animales. Después al desayunar sus cereales favoritos se los había comido el
gato y la leche la había derramado el perro. Más tarde, cuando se hizo la hora de ir al teatro para
practicar su nueva actuación se puso a llover a cantaros, él sin paraguas y un
coche que pasaba lo mojo de arriba abajo llego empapado, allí solo encontró una
bata de mujer con plumas y así tuvo que hacer el ensayo, un poco ridículo,
cuando llego a casa se dio cuenta que se había dejado la llaves en el teatro y
entonces él pensó “para que me he levantado hoy de la cama”.
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