Todos los jóvenes llegan a la vida queriendo dejar huella, algunos lo consiguen otros no. Yo lo tenía claro, mi vida iba a hacer historia, el mundo iba a conocer mi nombre no sé cómo, pero lo iban a conocer.
Fui creciendo sin destacar mucho, guardando la luz para brillar cuando de verdad hiciera falta, pero como en todos sitios algunos se adelantaron, quieren ser el centro de atención en todo momento y su brillo se desgastó, acabaron siendo triste purpurina derramada.
Seguí mi camino sin seguir a nadie sin competir porque yo sabia que tenia un don, aún no sabía de qué pero sabía que lo tenía.
Llegué al instituto y en ese antro tu destacas por lo que haces fuera del instituto: deportistas, gimnastas.. y poca cosa más. Había músicos, bailarines, actrices y no brillaban, teniendo esa luz tan potente no brillaban. En ese momento la cuestión era decisión propia o de los otros. Pero daba igual, eran artistas sin descubrir de momento.
Los personajes de ese antro llamado instituto no creían en que algun día se acabara esa luz, ni que se acabara la vida. Creían que era un cuento Chino como el Ratoncito Pérez. Poco a poco los vi crecer, me los encontraba por la calle y veía caer su purpurina, y vi caer su juventud mucho antes que la mía.
La moraleja, nunca brilles antes de tiempo, siempre tendrás tu momento de gloria tarde o temprano pero si le quitas el momento a otro tu purpurina caerá por los suelos.
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